Ofrendas

Ofrendas fotográficas contra el femicidio. Un archivo por la no violencia a las mujeres.

Por Mane Adaro.

“….emergen a pesar de todo en el siglo XVIII como colectivo. Y no por casualidad, sino porque todas las huellas no pudieron ser borradas, ni todos los rostros escondidos, ni todos los hechos ocultados”

Victoria Sau, (1986) Ser mujer: El fin de una imagen tradicional

“La mujer es el objeto de la mirada, de la representación, es siempre el “otro”” escribe Ana Martínez-Collado [i] , quien reflexiona sobre lo discutible de la representación y el desmantelamiento de conceptos esencialistas hacia la mujer por parte de las prácticas teóricas y artísticas feministas de los 70. Incubado en el entendimiento crítico de la “noción de modernidad y el proceso de historización de la categoría mujer, y el reconocimiento del problema de construirse como sujeto”[ii].

Traigo a la luz los cuestionamientos feministas que Collado expresa en relación a una modernidad jerárquica, patriarcal e ideológicamente individualista [iii] y las estrategias actuales de prácticas feministas, que intentan develar los intersticios de un poder silencioso; aquel que filtra en la retórica de la cotidianidad, la lógica de estos cuerpos “otros” fundados en el génesis de la historia y fundamentados en el discurso de la desigualdad y sometimiento. Argumentado desde cualquier posible perspectiva, abyección y significado. Tanto así, que el asesinato de mujeres por su condición de género es entendido socialmente en Chile  por el neologismo femicidio; contexto que lo ha derivado por años únicamente al ámbito privado, íntimo y pasional. Instalándolo como un fenómeno esporádico y la mayoría de las veces, un tema frivolizado por los distintos agentes comunicacionales.  

El proyecto de Gabriela Rivera y Andrea Herrera, Ofrendas fotográficas contra el femicidio. Archivo por la no violencia a las mujeres, indaga desde la creación fotográfica, en la problemática social de una violencia hacia las mujeres. Aparte de constituirse en una ofrenda y memoria de reparación (como explica el texto de las autoras), el proyecto emplaza desde la praxis artística y autobiográfica, suspicacias sobre los distintos lenguajes simbólicos que actúan en el vórtice de la cotidianidad como son los medios de comunicación, quienes propician una violencia silenciosa  y por esto mismo, culturalmente institucionalizada. Sin embargo, una violencia incrustada por una infinidad de factores que solo hablan de los distintos cruzamientos entre  jerarquía, objetualización  y marginalidad.

El proyecto en sí, necesario y dialogante, es una auscultación de estas lógicas cotidianas en una perspectiva temporal de la crisis, como instancia que comprende en un sentido lo extensivo del problema “femicidio” y por otro, su limitante clasificación. De esta manera, este proyecto fotográfico se construye desde y con la imagen, subvirtiendo la visión de lo cotidiano y la figura de cuerpos de mujeres que han sido limitadas a sus roles y categorías inamovibles. El proyecto investiga una violencia que excede lo corporal; que se ubica precisamente en los confines de un lenguaje culturalmente soterrado, racional e incluso ilustrado, que ha permitido a través de  siglos instalar una violencia hacia la mujer con el único fin de dominarle.

La imagen fotográfica, históricamente objetada por las autoras feministas en su vínculo mirada y poder, como dispositivo fotográfico construye “complejas elaboraciones discursivas del cuerpo” (PEREZ, 2004), en tanto actúa como un espacio productor y a la vez interpretador de signos. Este es el  ámbito que el grupo de artistas y fotógrafas encuentra para cuestionar las lecturas dominantes sobre los cuerpos e historias que las limitan. En muchos de sus procesos artísticos lo hacen con un lenguaje reflejo; aquel que exacerba la violencia acomodada en la realidad, y lo hacen justamente para desenmascarar y alterar un sistema organizado por patrones estéticos y conductuales.

El grupo compuesto por las autoras del proyecto y sus invitadas: Pía Acuña, Marcela Bruna, Mariana Gallardo, Zaida González, Kena Lorenzini, Sumiko Muray, Macarena Peñaloza, Ximena Riffo y Jocelyn Rodríguez, todas fotógrafas y en algunos casos pertenecientes a colectivos feministas activistas, estructuran en conjunto una metodología no enfocada únicamente en aspectos investigativos, sino que en actividades activistas paralelas. En virtud de esta idea se invita a la artista argentina, Oriana Elicalde, radicada en España, integrante del Colectivo En Medio (Barcelona), quien produce junto al grupo de fotógrafas, el Taller de Acción fotográfica TAF!. Como resultado, se generan una serie de intervenciones en algunos puntos de la ciudad de Santiago a partir de una visión de empoderamiento y producción colectiva. Igualmente, otra de las actividades programadas -no acotando el proyecto exclusivamente a una actividad expositiva- consistió en visitar la organización Red Chilena contra la violencia hacia las mujeres, con el fin de extender redes de participación y diálogo sobre el tema.

Como producción de trabajo,  en su mayoría las obras se apegan al medio fotográfico, otras, especialmente en el trabajo de las artistas más jóvenes, se muestra un desarrollo en la experimentación hacia el medio tecnológico como discurso expresivo; en este caso es el vídeo que cumple una mayor complementación y apoyo en la búsqueda de un lenguaje testimonial.

Desde su cuerpo conceptual, Ofrendas fotográficas contra el femicidio, se construye desde cuatro cuerpos visibles: institucionalidad, medios de comunicación, espacio doméstico e intervenciones activistas. Entre los trabajos que exploran los mecanismos culturales e institucionales, encontramos la obra Dominio Público de Marcela Bruna, una hibridación de fotografía, grabado y vídeo, que da cuenta desde la imagen principal -fachada Palacio de la Moneda- la vulnerabilidad del derecho de la mujer a ejercer autodeterminación sobre su propio cuerpo; situándola institucionalmente en una posición de riesgo en relación al tema del aborto.

Cultura de la violación de Andrea Herrera, rememora el caso de Gabriela Marín (San Fernando), quien fuera violada y posteriormente abandonada por las instituciones locales en una cadena de negligencias que la llevaron al suicidio. En este proyecto, se alternan diferentes fragmentos de entrevistas y rescates de referencias noticiosas de la actualidad chilena, junto a fotografías capturadas en la ciudad de San Fernando y Concepción. A la autora le interesa indagar en el lenguaje asociativo, imagen/texto, para presentar las dicotomías de un discurso que se fundamenta en el prejuicio y la misoginia; asuntos que afloran en la esfera social como reacciones consecutivas al acto de violación.

En la obra Flores de azúcar de Mariana Gallardo, se exploran los cruces simbólicos entre violencia e institución matrimonial, fotografiando con estética publicitaria el trabajo de una víctima de violencia intrafamiliar dedicada terapéuticamente a la creación de tortas de novios, cumpleaños y pasteles. Un díptico de imágenes da cuenta de un antes y un después en el cual  el polvo y los agentes naturales del tiempo y la naturaleza, van gestando en la torta la ruina y su posible caída, ejerciendo una insospechada metáfora sobre las relaciones institucionalizadas y el código de silencio interior que las alberga.  La percepción de derrumbamiento se amplía al observar desde el vídeo el detalle de miles de hormigas desarmando pausadamente la torre de azúcar. La obra de este modo, expone  dualidades como violencia y dulzura, tiempo, ruina y silencio. Por consiguiente,  a partir del dúo de imágenes y el pequeño vídeo, se estructura una sinestesia sobre la violencia soterrada en el matrimonio y las tensiones producidas desde las ideas sobrevivencia/muerte; construcción/destrucción; imagen/apariencia.

Jocelyn Rodríguez en la obra Trama Inconclusa, urde material de archivo de periódicos nacionales e internacionales con ecografías impresas. Indaga en las historias de mujeres embarazadas asesinadas por sus parejas, y en cómo estas vivencias se distorsionan y “acallan” a partir de los estereotipos de género utilizados por los medios de comunicación. La acción de “tramar” se refiere justamente a la doble condición del material, en un sentido está el tejido realizado por la autora en un momento de gravidez, y en otro aspecto es la trama social como maquinación mediática ejercida en contra del género femenino.

Desde la intimidad de lo doméstico, el grupo de artistas investiga los prejuicios sociales, el tabú de la violencia y las dobles lecturas. En el caso de Gabriela Rivera con la serie de fotografías en Maternidades culposas, se toma como referente casos de castigos en femicidios cometidos por parejas o ex -parejas no solo en contra de la mujer, sino también contra los hijos de la mujer o los suyos propios. Gabriela, en una memoria autobiográfica, se representa en las fotografías como madre rodeada de hijas, aludiendo al sentimiento culposo que la formación patriarcal en la sociedad infiere a la mujer exigiéndole y recriminándola sólo a ella como mujer en su rol de madre,  olvidando y excusando  permanentemente  la figura del padre. Desde esta acusación social es que nace la frase: “Hasta una perra es mejor madre”, que la artista borda en bastidores con su propio cabello.

Sumiko Muray en su serie, Legítima defensa /Tipología de las armas presentes en el hogar, explora el nivel de violencia doméstica como una escalada inesperada dada por el acto de la defensa. De un modo crítico e irónico, ficcional y “real”, la autora construye escenas de estética criminalística, con una serie de objetos sospechosos retratados en espacios fríos e higiénicos.

En su segunda serie, desde el discurso de la apropiación estética de la imagen publicitaria pin –up años 50, la representación de la mujer perfecta confronta el espacio doméstico a una doble lectura de esta violencia, puesto que la imagen publicitaria de aquellos años idealizaba el hogar americano como otra forma de consumo. Sumiko Muray compone sarcásticamente su visión del tema, homologando las lecturas escondidas de conceptos construidos como hogar y publicidad.

Doméstica de Macarena Peñaloza, compuesta por fotografías, registros de voces y postales, investiga los cruces testimoniales de las mujeres de un hogar que han sufrido violencia física. En esta obra está presente la necesidad de la sanación por medio del diálogo en relación a los secretos de familia, que en la cotidianeidad se vuelven opresivos y tabúes.

Zaida González en, Unos cuantos piquetitos,  replica el cuadro homónimo de Frida Kahlo. En el cuadro como en la fotografía de la autora, la frase enuncia sarcásticamente el absurdo que minimiza la vida de una mujer. Llevado al contexto chileno, la autora alude a la agresión y asesinatos que son víctimas las personas de condición transexual, sea desde el espacio doméstico o público.

Dentro del grupo de obras encontramos tres trabajos realizados en el espacio callejero o natural. Obedecen a registros de activismo e intervenciones.

Kena Lorenzini por ejemplo, en Memorial Instalación Femicidio, rinde un homenaje a la escritora y académica feminista Guadalupe Santa Cruz, dedicándole la fotografía de la primera intervención callejera en Chile para visualizar el femicidio, actividad organizada por la Red Chilena contra la no violencia (17/1/2004). La fotografía en forma de cubo simboliza el entendimiento- que así como el cubo de medidas exactas no permite relatividad, lo mismo acontece con el femicidio, entidad que no puede ser relativizada excusándola como enfermedad, problemas de alcohol, celos o circunstancias económicas.

Ximena Riffo genera y fotografía distintas actividades realizadas en honor a Mónica Briones Puccio, quien fuera asesinada en Santiago en el año 1984 por su condición lésbica. Las actividades convocadas han sido velatónes y besatones masivos. Una de las fotografías de su obra, corresponde a la imagen de una intervención realizada por la autora, en la cual es posible observar el beso amoroso de una pareja. Siempre en honor a Mónica Briones, la autora convocó a una besatón y luego a una intervención pegando una fotografía escala 1:1 en el muro donde fuera asesinada. La acción son los besos empoderados, en tanto memorándum, huellas, residuos imborrables; una imagen que se convierte en protesta y al mismo tiempo en signo victorioso. Una obra construida en  memoria de Mónica Briones, emblema de tantas otras muertes anónimas y similares.

Pía Acuña por el contrario, realiza una intervención en solitario rememorando en la serie 3 veces Stephanía, la imagen de Stephanía Morales, joven madre quien fuera atropellada y asesinada en el desierto de Atacama por su ex pareja. La serie de fotografías registra fragmentos del paisaje desértico y detalles simbólicos que celebran su recuerdo

Sin duda, las distintas obras del proyecto, trazan un perfil singular que las sitúa en una historia, y en un malestar específico y autobiográfico, proporcionando un pequeño acceso al difícil escenario que se da entre cultura y femicidio o sociedad (chilena) y violencia de género. Las obras fotográficas dejan entrever en su cuestionamiento, el residuo de los lenguajes simbólicos patriarcales, insertos en las complejas rutinas cotidianas de desigualdades naturalizadas. Lo hacen desde una estética directa, en algunas abyectas, con claras influencias de la publicidad y crítica al tratamiento que la sociedad le otorga al tema. Son políticas y sobre todo activistas. Al respecto Nelly Richard señala: “La “crítica de la representación” apela al develamiento de los efectos -de – representación con los que determinadas hegemonías culturales buscan naturalizar lo real-social para mantener fija e inamovible la relación entre significados y significantes.” (2011, p.33).
La Ofrenda fotográfica como proyecto, es en este sentido una apertura al tema, una forma activista de protesta y crítica conceptual de mirada vernácula, que comprende la trama orquestada e intenta desordenar las complejas relaciones entre significados y significantes (RICHARD, 2011) instaurados en la normalidad. Constituyendo un archivo contra la violencia hacia las mujeres -en memoria de todas ellas-desde una ubicación reflexiva, que intenta ser disruptiva para desde las necesarias subjetividades plasmadas, desordenar las desigualdades asentadas en lo privado y lo público, y en los signos cotidianos e institucionales.

Bibliografía:
MARTINEZ-COLLADO, Ana (2008), “Tendenci@s Perspectivas feministas en el arte actual”. Ediciones Cendeac: Murcia
PEREZ, David. (2004), “Entre la anomalía y el síntoma: tanteos en un frágil recorrido” en “La certeza vulnerable, cuerpo y fotografía en el S XXI “de Cesar Pérez (ed) 2004, Ediciones GG: España
RICHARD; Nelly (2011). “Lo político y lo crítico en el arte”, Ed. Institut Valencia D¨’ Art Modern: Valencia. p. 33
ROJAS, Sergio (2010), “Cuerpo y globalización”, conferencia dictada en el ciclo “Trazos de Cuerpo”, Facultad de Artes, Facultad de Ciencias Sociales y Cátedra Foucault de la Universidad de Chile. P. 2

Proyecto creado por Gabriela Rivera y Andrea Herrera
Invitadas: Kena Lorenzini, Ximena Riffo, Marcela Bruna, Macarena Peñaloza, Jocelyn Rodriguez, Zaida González, Mariana Gallardo, Sumiko MUray, Pia Acuña.
Asesoría curatorial en el proceso de obra y texto: Mane Adaro


[i] Ana Martínez-Collado. En Tendenci@s. Perspectivas feministas en el arte actual, Cendeac: Murcia, p. 69

[ii] Ibid. p.32 

[iii] Sergio Rojas, en Cuerpo y Globalización, se refiere al individualismo como “uno de los aspectos fundamentales de la modernidad desarrollados durante el siglo XX